La Casa Amatller recupera su esencia modernista después de las obras de restauración efectuadas en el piso principal.
El día 12 de marzo de 2015, coincidiendo con el día en que, en el año 1898, el chocolatero Antoni Amatller compró un edificio pre-existente para convertirlo en una de las joyas del Modernismo, se presenta la casa Amatller después de una restauración que le ha devuelto su esplendor original.
Comienza así una nueva etapa para la Fundación Instituto Amatller de Arte Hispánico, con el reto de gestionar eficazmente un equipamiento cultural tan extraordinario como es la Casa Amatller y ofrecer a la ciudadanía unas visitas apasionantes que contribuyan a difundir el contexto histórico, económico y social que dio lugar al Modernismo.
El modelo estándar será el de una visita acompañada, en grupos reducidos (12 personas como máximo), siguiendo un recorrido preestablecido. Tendrá una duración de poco menos de una hora.
Horario de visita: de lunes a domingo de 11h a 19h con reserva previa. Los días 1 y 6 de enero y 25 de diciembre no habrá visitas.
Teléfono: 934 617 460 (próximamente se habilitará la venta on-line)
Precio: 15€ (hay descuentos para seniors, estudiantes, niños y amigos de la Casa Ametller)
Web oficial casa Amatller.
En los bajos del edificio, en los espacios donde se conserva la cocina del piso principal y donde se ubicaba la vivienda del servicio y el garaje del propietario, se instalará una cafetería en la que se podrá degustar chocolate desecho, según recetas históricas. También habrá una tienda con publicaciones, fotografías, postales, objetos de recuerdo relacionados con la Casa Amatller y productos de chocolate.
Un poco de historia sobre la Casa Amatller
El 12 de marzo de 1898, el industrial chocolatero Antoni Amatller Costa (1851-1910), compró una finca de 1.415 m2, en el número 101 (después 41) del Paseo de Gracia de Barcelona, consistente en una casa de planta baja y cuatro pisos y un jardín de poco más de 800 m2. Pagó por ella 490.000 pesetas. Era un edificio construido siguiendo las pautas marcadas en el plan Cerdà.
El empresario encargó la remodelación del edificio que había comprado, con objeto de convertirlo en su residencia, a Josep Puig i Cadafalch (1867-1956). Formado en la época de la Renaixença, el arquitecto, político e historiador del arte tenía una particular concepción arquitectónica. En sus escritos explica que Cataluña era un país que había sido una de las potencias del Mediterráneo medieval y que, después de superar varios siglos de decadencia, a lo largo del siglo XIX, gracias a la industrialización, había recuperado su potencial económico. El país necesitaba proyectar una nueva imagen, por medio de una arquitectura moderna que pusiera de manifiesto el empuje que la sociedad catalana había recuperado. Para conseguirlo era indispensable contar con la colaboración de los talleres artesanales que, resucitados y fortificados por el renacimiento literario e histórico, conformaban un colectivo capaz de convertir los proyectos de los arquitectos en realidad.
En la nueva fachada, con connotaciones a estilos de épocas muy diversas (desde el románico al barroco), el arquitecto rehuyó de la alineación vertical de sus componentes, distribuyendo un número desigual de oberturas en cada piso, y buscando, además, un efecto de asimetría equilibrada y de una irregularidad ficticia. El singular cabezal escalonado que la corona, cumple la función de integrar el nuevo estudio fotográfico construido en la azotea (que por normativa debía estar separado unos metros de las fincas vecinas) con el resto del edificio.
Puig i Cadafalch dio a la fachada un importante e innovador componente cromático y una profusa decoración con elementos escultóricos que configuran un rico discurso iconográfico. Se conjugan alusiones al nombre de la familia (Amatller, ramas floridas de almendro con As mayúsculas, en la tribuna un verso de Dolores Monsardà -suegra de Puig i Cadafalch-), referentes tradicionales (San Jorge, el dragón y la princesa), las aficiones del propietario (pintura, escultura, arquitectura, música, fotografía) o, muy especialmente, alrededor de las tres puertas balconeras, un retrato alegórico del mismo Antoni Amatller formado por imágenes simbólicas de las tres actividades que mejor lo definieron: la industria, las artes (entre ellas la fotografía) y el coleccionismo de vidrio arqueológico.
La construcción de la nueva fachada de la que desde entonces sería conocida como Casa Amatller, significó una ruptura radical con los planteamientos arquitectónicos imperantes en el Eixample de Barcelona hasta el momento. Contrastaba de manera contundente con las edificaciones vecinas por su altura (superior a los 22 m normativos), su composición y su cromatismo. Esta nueva tendencia se propagó rápidamente por toda la ciudad y, en muy pocos años, transformó su aspecto. La coincidencia en una misma manzana de obras de los tres arquitectos más destacados del corriente Modernista, Puig i Cadafalch, Domènech i Montaner y Gaudí, dio pie a los barceloneses, con una fina ironía y buen conocimiento de la mitología clásica, a bautizar tan singular grupo de casas con el nombre de la «Mansana» de la Discòrdia, en alusión al origen de la guerra de Troya.
Después de la muerte de Teresa Amatller, en el año 1960, sería Josep Gudiol quien dirigiría la adaptación de un piso, que hasta ese momento había sido un domicilio particular, como sede de la fundación heredera del patrimonio de los chocolateros. Respetando los interiores concebidos por Puig i Cadafalch, el director de la fundación reubicó las colecciones artísticas y el mobiliario original en las estancias que dan a Paseo de Gracia.